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El Tiempo y la Filosofía.

Las miradas de Aristóteles y Agustín sobre el tiempo.

PARTE 2

Por Gabriel Bernachea.


¡Buenos días, lectores! 😃


Hoy te acercamos la segunda parte de esta charla filosófica que estamos manteniendo con nuestro colega, el profe Gabriel.

La semana pasada, en un interesantísimo acercamiento, nos estuvo contando sobre la concepción del tiempo que tenía Aristóteles y prometió continuar reflexionando sobre un segundo filósofo de la antigüedad que también teorizó en este campo.

Así es que, sin dar más vueltas, les proponemos ponerse cómodos (y atentos sobre todo) para disfrutar de este viaje por la filosofía antigua.

¿Lo leemos juntos?

 

AGUSTÍN DE HIPONA, Y EL PROBLEMA DEL TIEMPO.


Agustín es con seguridad el filósofo que planteó el problema del tiempo de la forma en que nos ha llegado hasta nuestros días, al preguntarse en el Libro XI de Confesiones¿Qué es el tiempo?” Resulta increíble cómo de una pregunta tan simple se han desprendido tantas reflexiones.

Comienza el Libro XI, en su Primera Parte, realizando una distinción entre el tiempo eterno y el tiempo mundano que el ser humano experimenta, perteneciéndole a Dios la eternidad que permanece, entendida como un presente perpetuo en el que nada pasa, incomparable a cualquier tiempo, en el

“todo pasado es empujado por el futuro y que todo futuro es precedido por el pasado y todo pasado y futuro son creados y transcurren por lo que siempre es presente” (Corti, A., 2011: 55).

El tiempo de Dios, creador de todo y por lo tanto de todos los tiempos, al estar situado antes del tiempo y en donde no había tiempo, es la eternidad y es a partir de su creación, que los tiempos pueden “pasar”, comprendiendo así que, el tiempo para el hombre es aquel que transcurre, ya que antes de la creación no había tiempo, sino un constante y siempre tiempo presente.

Agustín, en el Capítulo 17, una vez realizada esta distinción sobre el obrar de Dios antes de la creación (en el que se creía que no hacía nada, pero al no haber sido creado el tiempo, no se puede decir cuál era su obrar) y la distinción entre los tiempos que le corresponden a Dios y al hombre, introduce la pregunta sobre el tiempo y la paradoja que conlleva el tratar de dar una explicación al decir que “ciertamente comprendemos algo cuando hablamos de él, lo comprendemos así mismo cuando oímos hablar a alguien de él.

¿Qué es, por lo tanto, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé. Si quiero explicarlo a quien me pregunta, no lo sé” (Corti, A., 2011: 59). Y reconociendo tres tipos de tiempos:
Al reconocer que, si nada pasase, no existiría el tiempo pasado.
Al reconocer que, si nada adviniese, no existiría el tiempo futuro.
Y al reconocer que, si nada sucediese, no existiría el tiempo presente.

Además, la característica fundamental de estos términos es tender al no ser, porque el pasado ya fue, el futuro no es; y con respecto al presente, si no tendiese hacia el pasado, sería eternidad y no un tiempo. Y este presente por su parte puede ser largo, pero siempre tenderá hacia el pasado y podrá ser divisible en porciones más pequeñas como cien años, un año, un mes, una semana, un día, una hora, etc., pero será largo (o corto) con respecto a un tiempo que se elige como presente (la cantidad que deseemos contabilizar) y lo que quede fuera de la elección será o pasado o futuro. Por lo tanto, el tiempo presente no puede ser largo al ser divisible siempre en porciones menores. Es más, para Agustín, el tiempo presente no posee espacio temporal porque siempre fluye con rapidez desde el futuro hacia el pasado. Y este fluir del tiempo puede medirse y experimentarse mientras transcurre, una vez transcurrido, ya no es y no puede medirse.

De todos modos, tenemos un conocimiento cabal de los tres tiempos, ya que así se nos ha enseñado. Como pasado, presente y futuro aparentan no ser debido a lo fugaces que son, Agustín busca conocer si son, y dónde son. Dejando algunas aproximaciones como que el pasado se manifiesta a través de la memoria, a partir de imágenes de lo que ha sucedido y que se han fijado en el espíritu como huellas, en la narración las traigo al presente desde la memoria; y por la premeditación traemos al presente el futuro, al premeditar nuestras acciones futuras antes de realizarlas.

Así, Agustín concluye que no podemos hablar con propiedad y decir que estos tres tiempos son, ya que fluyen y tienden al no ser, sino que debemos decir que hay tres modos de presente que se dan en el alma: Presente de lo pasado o Memoria, Presente de lo presente o Atención, y Presente de lo futuro o Expectación.

Para finalizar la primera parte Agustín nos presenta otra paradoja, la paradoja de medir el tiempo porque anunciamos que medimos los tiempos mientras transcurren, pero no el pasado o el futuro porque no son, pero sí el presente; pero el problema es que afirmamos que el presente no tiene espacio temporal, por su divisibilidad y su tendencia constante al pasado, por lo tanto, no podemos medir el tiempo.

En la segunda parte del Libro IX, Agustín discute con la concepción aristotélica del tiempo buscando

“el significado y la naturaleza del tiempo por medio del cual medimos el movimiento de los cuerpos” (Corti, A., 2011: 73)

buscando ejemplos en la traslación del sol alrededor de la tierra para medir el día y no encontrando en el movimiento de los cuerpos, algo que le indique que eso sea el tiempo, concluyendo que el tiempo es una “expansión” o “distensión” del espíritu que mide un intervalo de tiempo desde que comienza hasta que culmina, en este momento, él pone como ejemplo una voz o un canto o un poema que pueden medirse mientras están en acción. A pesar de que no medimos los tiempos porque fluyen o no son, medimos los tiempos de alguna forma a través de afecciones que se plasman en el espíritu, porque este “espera, atiende y recuerda” (Corti, A., 2011: 85).


EL FINAL ES UN NUEVO PUNTO DE PARTIDA, SIEMPRE.


La mayoría de los filósofos citados en el presente trabajo buscan encontrar la naturaleza o la esencia del tiempo, conocer sus determinaciones y lograr comprender su ser, esto es vital para ordenar de modo alguno la ontología que se plantea, pero más aún para llegar a un conocimiento más cercano del ser humano. Sin embargo, pocos son los que transitan la vía contraria, como es el caso de McTaggart que busca mostrar un lado poco explorado en la cuestión del tiempo, mostrándonos las cosas como “en realidad no son”. La tesis de McTaggart versa sobre la irrealidad del tiempo, en la que busca demostrar que el tiempo, es una ilusión producida por la mente y no posee existencia real, atacando directamente a ambos representantes de las concepciones clásicas que acabamos de explorar sobre del problema del tiempo.

Encontrarme con este último autor me pareció fundamental por algunos motivos. Por un lado, porque su crítica de la percepción del tiempo en “Serie A” y “Serie B” no hace más que poner en tela de juicio las concepciones agustinianas y aristotélicas respectivamente, como así también una larga lista de filósofos que se mantienen en esta línea. Atacando con la Serie A la división tripartita del tiempo en Pasado, Presente y Futuro; y con la Serie B la conjunción aristotélica del tiempo y movimiento basada en las posiciones de lo anterior y lo posterior. Y por otro lado, porque permite abrir un espacio de reflexión y crítica, rompiendo con la unilateralidad o linealidad que la mayoría de los autores presentan, ya que la mayoría acepta el presupuesto agustiniano de que tenemos una preconcepción de la realidad del tiempo más allá de que podamos demostrarla o no. Ni siquiera Kant podría negar esto, ya que para él el tiempo es una representación necesaria y condición de posibilidad de los fenómenos, y sin ir más lejos, para Kant, presuponemos el tiempo aun si no existieran objetos que se ubiquen en él.

Pero McTaggart y Kant ya son otra historia, que si ustedes me lo permiten con gusto podría contárselas, pero en otro momento, o mejor dicho, en otro tiempo...

¡Hasta el próximo artículo!

Gabriel Bernachea

Profesor Universitario de Educación Superior en Filosofía

 

Bibliografía:

  • Aristóteles, Física (Trad. Vigo, Alejandro), Buenos Aires, Biblos, 1995.

  • Corti, A., Qué es el tiempo. Libro XI de las Confesiones. Agustín de Hipona, Madrid, Mínima Trotta, 2011.

  • Kant, I., Crítica de la Razón Pura, Buenas Aires, Ediciones Colihue, 2014.

  • Mannheim, K., El problema de las generaciones en: Reis nº 62, abril-julio 1993.

  • McTaggart, J., La Irrealidad del Tiempo en Le Poidevin, R. & MacBeath, M. (eds.) The philosophy of time, Oxford University Press, 1993 (Traducción de cátedra).

  • Reale, G. Y Antiseri, D., Historia del pensamiento filosófico y científico, Tomo Segundo: Del Humanismo a Kant, Barcelona, Herder,1992.

  • Torreti, R., Manuel Kant: Estudios sobre los fundamentos de la filosofía crítica, Buenos Aires, Editorial Charcas, 1980.


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1件のコメント


pablo gustavo rodriguez
pablo gustavo rodriguez
2022年6月12日

Hola profe, me parece más acertada filosóficamente hablando la hipótesis de Agustín de Hipona. Entendiendo que el tiempo es un continuo, entonces se puede decir que el tiempo es una sucesión de "ahoras", pero el ahora es efímero, el pasado no existe el futuro tampoco. Una recta es un continuo, no tiene principio ni final.

Entonces si el tiempo es un continuo, el tiempo es eternidad. ¿Cómo se explica la eternidad?. La Biblia dice que Dios es eterno, entonces Dios es tiempo. Son reflexiones que se me ocurrieron después de leer profe. Que kilombo.


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