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Estudios de la Literatura Moderna.

Vindicación de los derechos de la mujer


Marta Lois considera que la crítica de Wollstonecraft a Sofía, la mujer ideada por Rousseau en su Emilio (1775), va más allá de la crítica al individualismo burgués y sugiere un aporte radical para una teoría política (Cfr. Lois 2005, 24). Explicar en qué medida podría explicarse esta dimensión política de la desigualdad en el ensayo Vindicación de los derechos de la mujer.


Cuando Mary Wollstonecraft escribe Vindicación de los derechos de la mujer en 1792 su interés principal radica en la expresión de un contenido que va más allá de las formas, de hecho se excusa de no ser portadora de un estilo cuidado y sobre elaborado. Su propuesta se convierte en un pensamiento político que trasciende a su tiempo y está aún vigente en el escenario actual, puesto que problematiza aspectos relativos a la desigualdad, la educación y la equidad social. A los fines de discutir su trabajo considerando la propuesta de Marta Lois, se presentan a continuación dos ejes de análisis: por un lado, la desigualdad como resultado de la ideología patriarcal instalada en la sociedad de su época, y por el otro, el fuerte rol tutelar de la educación para las mujeres que presupone una impronta aristocrática en la formación de las niñas que deben convertirse en mujeres aptas para el matrimonio.

Como claro punto de partida, Wollstonecraft toma la desigualdad de los géneros y cuestiona ciertos discursos de la época que colocan a la mujer en un lugar de inferioridad respecto del hombre. Para ello, expone la notoria diferencia entre hombres y mujeres según la concepción europea de la Ilustración, ya que considera que esta dejó incompleto, por así decirlo, el proyecto de la revolución, al no incluir a la mujer en su programa de libertad, igualdad y fraternidad. En este sentido resalta el especial interés de los varones por mantener el estado de las cosas en su propio beneficio: “Los hombres, en general, parecen emplear su razón para justificar los prejuicios, los cuales han sido asimilados de un modo que les resulta difícil descubrir, en lugar de erradicarlos” (Wollstonecraft, 2005: 54). Sus argumentos están fuertemente anclados en el pensamiento ilustrado que coloca la razón ante todo, pero a diferencia de Rousseau, a quien reclama desde una misma matriz discursiva aunque en dirección simétricamente opuesta, Wollstonecraft pone el acento en la falta de lógica que se produce al suponer que sólo el género masculino es poseedor del raciocinio, cuando se refiere a la humanidad en su conjunto:

“…la perfección de nuestra naturaleza y la capacidad de felicidad deben valorarse por el grado de razón, virtud y conocimiento que distinguen al individuo y dirigen las leyes que obligan a la sociedad. Si se considera a la humanidad en su conjunto, resulta igualmente innegable que el conocimiento y la virtud fluyen de forma natural del ejercicio de la razón” (Wollstonecraft, 2005: 55).

En relación al segundo punto, acerca del proyecto formativo para la educación de la mujer, Wollstonecraft considera a las clases aristocráticas como responsables de ese artificio alrededor del cual se conciben las relaciones sexo-genéricas: “La miseria que ha emanado de la monarquía, las riquezas y los honores hereditarios ha sido tal, que los hombres de aguda sensibilidad casi han llegado a blasfemar para justificar el designio de la Providencia.” (Wollstonecraft, 2005: 57). Aquí es donde más se perciben las diferencias de la autora con el modelo de mujer que Rousseau plantea en su Emilio. La figura femenina que propone el ginebrino, Sofía, responde al paradigma patriarcal de la época: ella debería tener la estatura moral de su contraparte masculina, pero lo cierto es que por su condición de mujer termina siendo débil y pasiva. Él es fuerte y activo, ella debe poner poca resistencia para que finalmente se cumplan las leyes que colocan a cada quien en su lugar. Frente a este planteo, Wollstonecraft reconoce la necesidad de una verdadera educación para la mujer, que no se agote en lo efímero de la delicadeza y lo servicial para lo cual son formadas las damas antes del matrimonio, que no se limite a la tutela paterna primero y del esposo después, sino que le permita desarrollar el intelecto de manera más amplia y así lograr su emancipación. Esta noción será desarrollada casi dos siglos más tarde, en la década de 1920, por Virginia Woolf que expone su tesis sobre la necesidad de que una mujer tenga su propio espacio para el desarrollo individual en su famoso ensayo Un cuarto propio. Retomando, cuando Wollstonecraft utiliza la figura de Sofía, quien es descripta por el filósofo como un verdadero ángel del hogar, se apropia de la noción de virtud pero invierte su significado para ironizar acerca de la falta de equidad entre hombres y mujeres sobre la que verdaderamente se apoya el paradigma de la Ilustración.

Para concluir, podemos remitirnos a una cita que resume de manera muy acertada la forma en que Wollstonecraft se refirió a los dos ejes discutidos en este trabajo, desigualdad y educación de la mujer:

“Estoy plenamente persuadida de que no se darían estos aires infantiles si se permitiese a las jóvenes ejercitarse suficientemente y no se las confinase en habitaciones cerradas hasta que se atrofien sus músculos […] Es cierto, ya no podría considerárselas con igual propiedad flores dulces que sonríen al paso del hombre, pero serían miembros más respetables de la sociedad y cumplirían los deberes importantes de la vida a la luz de su propia razón […] No deseo que tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas.” (Wollstonecraft, 2005: 125).

 

Prof. María Ximena Maceri

Profesora en Lengua Inglesa


Referencias bibliográficas:


Lois, Marta, “Mary Wollstonecraft: la fuerza de las ideas” en Wollstonecraft, Mary,

Vindicación de los derechos de la mujer. Madrid: Akal, 2005.

Wollstonecraft, Mary, Vindicación de los derechos de la mujer. Madrid: Taurus, 2005.


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