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Historia y transdisciplinariedad

¡Hola, colegas!

En vista del comienzo de un nuevo año lectivo, nuestro profe Miguel Ángel nos acerca esta gran reflexión respecto de la necesidad de integrar los saberes multidisciplinarios para enriquecer nuestro aporte dentro del aula, como así también intercambiar conocimientos con nuestros pares docentes para magnificar la experiencia educativa.

¿Lo leemos juntos?

 

La formación disciplinaria supone el reconocimiento de un bagaje de saberes cognitivos que modelan la profesión, pautan las conductas e incluso los pareceres, de alguna manera son un prisma a través del cual se mira las realidades que se hallan alrededor, interpretándolas y resolviendo a partir de ello. En el caso de los docentes, a estos saberes propios de la disciplina elegida (matemática, biología, química o historia por mencionar algunas de las materias de los diseños curriculares del sistema educativo) se suma un conocimiento adicional proveniente de las ciencias de la educación: la transposición didáctica, entendida como la transformación de un saber académico a un saber escolar (en virtud de las necesidades áulicas que cada grupo tenga y las estrategias que elija desarrollar cada profesional).

La poesía, el cine, la pintura, los cómics, “insumos” en sí mismos para la literatura, las ciencias de la comunicación o las actividades plásticas, pueden tomar una nueva dimensión mediante un diálogo transdisciplinario, es decir, aquel que se establece entre especialistas de distintas áreas que buscan usar los saberes de otras disciplinas para enriquecer su propia intervención en el aula.

Para no hablar desde la generalidad, siempre árida, veamos como una posibilidad la siguiente ejercitación. Presumiblemente todos hayamos leído alguna vez una obra de teatro de Alejandro Casona (La dama del alba, por mencionar una entre muchas posibles) o de Federico García Lorca (Bodas de sangre, por caso). Estas obras pueden ser interpeladas no solamente atendiendo a la realidad socio-cultural que recrean en sus páginas, sino atendiendo además al contexto en la cual fueron producidas: la Guerra Civil Española y sus consecuencias (el exilio, la violencia, la muerte) sino que también pueden ponerse en diálogo con otras expresiones del arte (la pintura o la música) para lograr redimensionar su contenido de una manera más integral.

España (un cuadro surrealista de Salvador Dalí) o Guernica (un cuadro de Pablo Picasso) son dos cuadros que se presentan, desde estilos distintos, como recursos didácticos y como fuentes históricas (se entiende por fuente todo documento contemporáneo a los hechos que narra indistintamente de su materialidad). Esta doble capacidad de las imágenes de ser documentos y recursos, posibilitan un mayor aprovechamiento y garantizan un mayor enriquecimiento de los saberes a desarrollar en el aula. En ese contexto, no se trata de restringir el saber o lo que cada docente de manera aislada sabe o conoce a partir de sus lecturas (realizadas durante su formación o en el trascurso de su trayectoria) sino que invita a tender puentes con colegas para ampliar los saberes de la propia formación pensando –como una posibilidad- clases conjuntas, armando planificaciones menos ensimismadas en el parecer individual y abriendo camino a una educación más integral, menos conductista y constructivista a la vez que atenta a la auto-reflexión de las propias prácticas docentes que cada uno desarrolle en sus cursos.

Una visita guiada virtualmente a la página de un museo nacional (o extranjero con ayuda de un colega del área de inglés, francés, italiano o portugués) puede ser una actividad que permita un “juego” de integración de saberes que no se limiten a una única matriz disciplinar.

Jacques Le Goff, un célebre medievalista francés decía que:

“El historiador no puede ser un hombre sentado, un burócrata de la historia, debe ser un caminante fiel a su deber de exploración y aventura”.

Sus palabras bien valen para cualquier profesor o maestro, la investigación académica y la docencia tienen en común el colocar al profesional ante la aventura constante de no saber cuál será (más allá de la previsión posible o deseable) el resultado final de su búsqueda, de sus inquietudes. Allí radica el desafío que suele hallarnos (sería lo deseable) por jubilarnos sin lograr una respuesta unívoca, pero pudiendo ver en retrospectiva un extenso camino transitado con no escasas gratificaciones.


¡Hasta el próximo artículo!


Prof. Miguel Ángel Occhoa

Profesor de Ciencias Sociales


 

Referencias bibliográficas:


Yves Chevallard, La transposición didáctica. Del saber sabio al saber enseñado, Buenos Aires, Aique, 1998.


Peter Burke, Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico, Barcelona, Crítica, 2005.


Jacques Le Goff, “Prefacio” en Marc Bloch, Apología para la historia o el oficio del historiador, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia – Fondo de Cultura Económica, 1996, p. 53.


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