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Foto del escritorFiore Maceri

LA ERA DE LOS DATOS. Una columna sobre tecnología, comunicación y humanidad.

REFLEXIÓN #1

Pandemia y privacidad digital


El 30 de enero de 2020, la Organización Mundial de la Salud declara a la epidemia de COVID-19 (con foco de inicio en Wuhan, China) como una “emergencia de salud pública de preocupación internacional”. El 20 de marzo de ese mismo año, en Argentina se establece una cuarentena estricta, con cierre de locales no esenciales, de escuelas, de teatros y cines, de parques, de competencias deportivas, de fronteras. Incluso se cierra el transporte público a toda persona cuya necesidad de viajar no estuviera por dentro de los límites de lo absolutamente necesario y permitido por el DNU vigente. La vida en nuestro país, como en el resto del mundo, debió digitalizarse con la misma rapidez con la que se expandía el virus y debimos atender todas nuestras obligaciones cotidianas desde casa. La escuela se hizo digital. “Ir” al gimnasio se hizo digital. El trabajo, para los que no conocían el home office, se hizo digital. Hasta las tiendas de ropa y demás artículos de segunda necesidad que tenían su local a la calle, debieron abrir un espacio en la “red de redes” para poder sobrevivir a la incertidumbre económica y sanitaria que planteaban los tiempos venideros.

Muchos procesos debieron digitalizarse de la noche a la mañana: consultas médicas, trámites contables, reservas de pasajes en tren, clases en todos los niveles educativos, reuniones familiares, cumpleaños, y hasta tuvimos que dar nuestras condolencias con una video llamada o un mensaje de texto. Nadie quedó exento de tener que crearse una cuenta de correo electrónico para poder usar Meet o Zoom, de abrirse un perfil en Instagram para poder seguir entrenando, de descargarse una aplicación para poder circular, o de hacer uso de Wabi, Pedidos Ya o Mercado Envíos para recibir en casa lo que no se estaba pudiendo salir a comprar a la calle. Muchos, inclusive, nos vimos en la necesidad de actualizar nuestros dispositivos porque debíamos darle un uso extremo y constante, y todos sabemos que la industria de la tecnología no espera a nadie cuando se trata de insertar en el mercado nuevos productos más “potentes y veloces” que dejan obsoletos y caducos a los dispositivos de generaciones anteriores.

Pero veamos las cifras de la Cámara Argentina de Comercio Electrónico que nos explican qué fue lo que realmente sucedió desde el inicio de la pandemia:

“2020 ha sido un año sin precedentes. Nuestras vidas han cambiado radicalmente y, en pocos meses, hemos innovado al mismo nivel que la última década. Y algo que ha quedado claro, es que cada vez dependemos más del mundo online.” (Informe febrero 2021)

Como nos muestran los números, durante el 2020 hubo un incremento de un 10% en las operaciones bancarias online, un 8% de incremento en la demanda de entretenimiento on demand, un 17% de suba en la compra de comida por internet y un incremento del 16% en la compra digital de alimentos y bebidas.

Así mismo, la CACE nos acerca el ranking de las categorías más adquiridas en internet durante el 2020, en comparación con los dos años anteriores, donde los rubros que más se han incrementado son el de indumentaria, alimentos y bebidas, computación, electrodomésticos, contenido audiovisual y software, y, en un salto abrupto, la demanda efectiva de educación online (que pasó del puesto 26° en 2019 al puesto 9° en 2020).

“La cuarentena ha eliminado del ranking de categorías compradas por primera vez al turismo y espectáculos, dando paso a categorías relacionadas con alimentos, acondicionamiento del hogar, cuidado personal, cursos, carreras, seminarios, entre otros.”

Por último, y para terminar de confirmar lo evidente, las compras con envío a domicilio se incrementaron en un 25%, mientras que el retiro en persona disminuyó en un 13% respecto del 2019.

Pero, ¿por qué traer a colación todos estos números y estadísticas? ¿Cuál es la relación entre el disparo de la digitalización en pandemia y la privacidad de nuestros datos? Pues bien, respondamos a esta pregunta con otras preguntas: ¿lees las políticas de privacidad de datos antes de crearte una cuenta en una red social o en una plataforma de pago? ¿Sos consciente del alcance de los permisos que le estás dando a una app al instalarla y ejecutarla? ¿Sabés lo que es el remarketing? ¿Y las cookies?

Pongámoslo en palabras sencillas e imaginemos una escena tal vez un poco cinematográfica, pero muy ejemplificadora: cerca de tu casa acaban de abrir un nuevo almacén, y como te queda de pasada al salir del trabajo, decidís ir a comprar las cosas que te están faltando para preparar la cena. Entrás, e inmediatamente luego de cruzar el umbral de la puerta, un empleado se te acerca y sin mediar palabra, te pide que firmes un documento donde se explica que en esa tienda “se realiza atención personalizada”. Este nuevo local tiene políticas de visita muy estrictas: si te negaras a dejar tu consentimiento, tendrías que retirarte sin tus compras. Pero se te hizo tarde y, por otro lado, te intriga conocer los productos que vende este almacén del que los vecinos han estado hablando muy bien, sobre todo, de los precios y promociones que ofrece. El empleado está parado frente a vos bloqueando el acceso, así que pensás que tal vez sería mejor dejar tu firma en ese documento para que de una buena vez te deje entrar. Ya en el interior, empezás a recorrer las góndolas, y ese mismo empleado que te había interpelado hace unos momentos, empieza a tomar nota de cada producto que tomás. También toma nota de aquellos que ponés en el carrito y de aquellos que devolvés al estante. No pierde ni un detalle de vista. Te sigue como una sombra a la zona de las ofertas, y sin darte respiro, te cuenta cuáles te convendrían aprovechar en relación a lo que podría llegar a interesarte, según las anotaciones que hechas. Unos pocos minutos al lado tuyo y ya sabe exactamente cuál es tu perfil de comprador: sabe que preferís la cerveza negra a la rubia, el arroz fino al integral, y el papel higiénico de doble hoja. Sabe también que te gustan los productos congelados, y como nota que no pasaste por la heladera de las carnes, deduce que no las consumís (lo cual valida al ver que comparás precios de milanesas de soja, y finalmente optás por las del envase verde). Al haber pasado este tiempo “acompañándote”, además sabe que tenés dos hijos (te escuchó enviándole un audio al mayor) así que no duda en sugerirte que desvíes tu camino hacia la sección de galletitas dulces donde te detenés sin demasiado ánimo de evaluar las opciones (¡de eso también toma nota!). Finalmente, te acompaña a la línea de cajas, y aunque decidís abonar en efectivo, la cajera aún sin pasar ni un solo producto por el escaner, te pide nombre y apellido, dirección, código postal, teléfono y correo electrónico. Te resulta un poco extraño tanto “acoso”, pero como ingresaste a la tienda sin haber leído el documento que firmaste (estabas apurado, y en verdad, te da bastante pereza leer la letra chica), suponés que nada de lo que sucedió dentro, podrá afectarte de alguna forma. Pero algo (más) extraño sucede mientras caminás esas dos cuadras y media que te separan de casa: en la primera esquina, donde antes de entrar al almacén había un afiche del partido político de turno, ahora hay uno difundiendo la apertura de la tienda “Go Vegan. Todo para el vegano” y promocionando un descuento por la primera compra. Y aunque te sorprende la inmediatez con la que ese afiche fue cambiado, te alegra saber que “cada vez somos más los que elegimos no comer carne”. Así que seguís caminando sonriente, y a poco menos de 60 metros, te cruzás con un muchacho bastante robusto que al pasar te deja un folleto full color: “Club Birrero de lectores. Nos juntamos a compartir literatura y cerveza todos los viernes a las 21 hs. ¡Asociate!”, dirección –en la calle de atrás de tu casa- y un número de teléfono. Volvés a sonreír por la buena noticia, pero empezás a sentirte en “The Truman Show” cuando, pegado con un pedacito de cinta en la reja de entrada, y mientras girás la llave en la cerradura, encontrás una tarjeta personal: “Caro Cocina. Cursos de cocina salada y saludable para niños ¡Descuentos para hermanos, todas las edades!”.

Ridículo, escalofriante e inverosímil ¿verdad? Bueno, porque en el mundo online eso es exactamente lo que sucede. Cuando buscás en Mercado Libre un par de zapatillas, y esas zapatillas después te acosan en las redes sociales, no es casualidad, no es magia, ni es brujería. Es la inteligencia artificial aplicada a la mercadotecnia, y fuiste vos usando Internet. Así de sencillo es el asunto.

Ahora volvé a las estadísticas de la CACE e intentá imaginar a cada usuario del home banking, a cada usuario de Mercado Libre, de Rappi, de Zoom, de Instagram, de Coto Online, de YouTube, de Doméstika, de Netflix, de Google… de Internet, entrando a esa “nueva tienda del barrio” para buscar y tal vez adquirir ese producto -o servicio- que necesita (tal como hiciste vos con las cosas para la cena), y firmando el mismo documento sin haberlo leído. Imaginate también al empleado-espía tomando nota de todo lo que hacen dentro, y segmentando esas anotaciones según el perfil de cada cliente. Lo que sucede después de que salen de la tienda, no hace falta que te lo cuente.

Pero te dejo un dato más, por si todavía crees que exagero:

El tráfico de internet en la Argentina registró en mayo (2021) un nuevo récord al alcanzar una media de 1 terabyte por segundo, equivalente a 1.000 gigas por segundo, según datos de la Cámara Argentina de Internet (Cabase). Un terabyte por segundo equivale a la transmisión simultánea de 250.000 fotos tomadas con una cámara de 12 MP; 250 películas o 500 horas de video en HD; o a 6,5 millones de páginas de documentos, normalmente almacenadas como archivos de Office, PDF y presentaciones. Para los más analógicos, 1 terabyte equivale a la información guardada en 1.300 archivadores físicos de papel.”

Eso sí que es mucha información, en su mayoría, de personas que entran a “la tienda” y firman el documento sin leerlo. Esto se traduce en ciento de miles de millones de “afiches”, “folletos” y “tarjetas personales” en los sitios webs, en las redes sociales, en las apps gratuitas, en los videos de YouTube, en los correos electrónicos… y decanta, inevitablemente, en una ambiciosa carrera por liderar el mercado de los datos, mercado al que alimentamos de manera exponencial desde el inicio de la pandemia por COVID-19.

Entonces, Fiore, si me van a acosar con publicidad donde sea que navegue, ¿me cierro las cuentas en las redes sociales? ¿Me doy de baja en Netflix? ¿Dejo de usar internet? ¿Tiro el Smartphone por el inodoro y me compro una paloma mensajera para avisarle a mi mamá que este fin de semana vamos a almorzar con la familia? No, tranquilo. Hay formas de no entregarle toda tu privacidad a la red de redes. Pero eso, mejor, lo dejamos para la próxima.


¡Qué tengas un gran fin de semana! :)

 

Fiore Maceri

Consultora en Comercio Electrónico



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