LA JUSTIFICACIÓN DE LAS METÁFORAS
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LA JUSTIFICACIÓN DE LAS METÁFORAS

En 1980 se publica el libro de George Lakoff y Mark Johnson Metaphors We Live By, texto que ha influido desde entonces, en buena parte de los estudios sobre analogías y metáforas. La tesis central del libro, opuesta en buena parte a la tradición racionalista que ve en las metáforas un mero recurso estilístico, decorativo o poético, es que los conceptos a través de los cuales estructuramos las experiencias básicas de la vida cotidiana son de naturaleza metafórica. Las metáforas impregnan el pensamiento, la percepción y la acción. De ahí el título del libro. Vivimos según las metáforas. Las metáforas guían nuestra vida, la determinan.

Consideremos este gráfico:



El cuadro propone la representación visual del aumento de una variable a lo largo de cinco años consecutivos. No importa si estamos hablando de salarios, de precipitaciones o de accidentes automovilísticos. Para nuestros fines, lo que interesa resaltar es que el aumento de la variable es representado como algo que va hacia arriba. Imaginemos que alguien hubiera hecho el mismo cuadro pero representado el aumento como algo hacia abajo.



Esta manera de representar el aumento de una magnitud nos parecería incorrecta. El aumento siempre es pensado como algo que va hacia arriba, y la disminución como algo que va hacia abajo. Decimos, por ejemplo: “el número de libros impresos cada año, está en alza”, para señalar que el número de libros aumentó: “mis ingresos se elevaron” para decir que hoy gano más que antes; “la actividad de las Pymes se desplomó el último cuatrimestre”, para decir que disminuyó abruptamente. Otros ejemplos de locuciones que utilizan la misma idea podrían ser los siguientes: “el número de errores que comete es increíblemente bajo”, “Si tenés calor, podés bajar la calefacción”.

Lo primero que debemos entender es que al conceptualizar el aumento y la disminución a través de la relación arriba-abajo estamos utilizando metáforas. No hay ninguna contradicción lógica en representar el aumento de una magnitud como algo que va hacia abajo. En términos literales, la secuencia 1, 2, 3, 4… no va ni hacia arriba ni hacia abajo. Hablar del aumento como un ascenso y la disminución como un descenso, están metafórico como decir que el tiempo es un río por el que navegamos o que la muerte es un sueño eterno. Consideremos otra metáfora básica analizada por Lakoff y Johnson, “poder es arriba” que se manifiesta en afirmaciones como las siguientes:

  • Tengo control sobre ella.

  • Estoy muy por encima de todo esto.

  • Estaba en la cumbre de su poder.

  • Está bajo mi control.

  • Su poder está en declive.

  • Es socialmente inferior a mí.

Los que tienen poder y control siempre son representados como estando arriba. Por el contrario, los sometidos, abajo. Pero ¿Por qué sería incorrecto conceptualizar el poder como estando abajo y la ausencia de poder como estando arriba? En un sentido estricto, quien está en condiciones de controlar una situación, no está en ninguna relación espacial con esa situación. Quién da una orden no está ni arriba ni debajo de quien la recibe. Las metáforas analizadas pertenecen a un grupo que Lakoff y Johnson que se denominan metáforas orientacionales. Hay otros tipos. Por ejemplo, las metáforas ontológicas, que consisten en representar experiencias en términos de objetos y sustancias (“La mente es una máquina”), las personificaciones, etc.

Las metáforas que interesan a Lakoff y Johnson son estructurales al pensamiento. No se trata de metáforas que reemplazan a veces la conceptualización literal de los fenómenos. La metáfora constituye el vehículo primario a través del cual el pensamiento se expresa. Tan es así, que resulta difícil a veces tomar conciencia de que se trata de metáforas y no de expresiones literales. A diferencia de otras metáforas, las estudiadas por Lakoff y Johnson son sistemáticas, es decir, subyacen a innumerables expresiones coloquiales referidas a un campo conceptual. Cuando hablamos sobre el poder, por ejemplo, utilizamos las nociones de “arriba” y “abajo” de manera coherente en varias alocuciones. Por ejemplo, las siguientes afirmaciones presuponen la metáfora “una discusión es una guerra”:

  • Tus afirmaciones son indefendibles.

  • Atacó todos los puntos débiles de mi argumento.

  • Sus críticas dieron justo en el blanco.

  • Destruí su argumento.

  • Nunca lo he vencido en una discusión.

  • Si usas esa estrategia, te aniquilará.

La tesis de Lakoff y Johnson recuerdan en varios sentidos posiciones sostenidas por Wittgenstein algunas décadas antes. Dice Wittgenstein: “Toda una mitología está depositada en nuestro lenguaje (…) Las formas primitivas de nuestro lenguaje-sustantivo-adjetivo y verbo- muestran la imagen simple a la que intenta hacer que todo se conforme”.

En esta cita Wittgenstein afirma que la gramática nos proporciona una ontología, o sea, una forma de categorizar lo real. Agrupamos los entes en sustantivos, verbos, adjetivos o adverbios. La realidad excede a las categorías mencionadas, y por ello, nos vemos forzados a referirnos a ciertos conceptos en términos de otros. Por ejemplo, nos referimos a nuestro cuerpo en términos de un objeto que poseemos. Esta idea se manifiesta en expresiones tales como:

  • Yo y mi cuerpo.

  • Tiene buen cuerpo.

  • Mi cerebro no funciona hoy.

Aunque tanto Wittgenstein, por un lado, y Lakoff y Johnson por el otro, concuerdan en asignarles un rol fundacional a las metáforas del pensamiento; pero el primero llega, incluso, a hacerlas responsables de buena parte de los problemas filosóficos. Más adelante veremos que existe una diferencia crucial en las posturas de estos filósofos.

En diversos pasajes del libro, Lakoff y Johnson se hacen la pregunta de por qué utilizamos ciertas metáforas para conceptualizar el mundo y no otras.

Tal vez la cuestión más profunda que cualquier teoría de la metáfora deba responder es esta: ¿Por qué tenemos las metáforas convencionales que de hecho tenemos? O de manera alternativa: ¿Hay alguna razón por la cual los sistemas conceptuales contienen un conjunto de proyecciones (mappings) metafóricas en lugar de otro? Parece haber respuestas para estas preguntas para muchas proyecciones encontradas hasta ahora, aunque estas respuestas se encuentran más en el plano de hipótesis plausibles que en el ámbito de los resultados científicos.

De acuerdo a Lakoff y Johnson siempre es posible explicar por qué hemos adoptado ciertas metáforas y no otra en la conceptualización de la realidad. Múltiples expresiones metafóricas hallan su origen en la experiencia colectiva acumulada.

En realidad creemos que ninguna metáfora se puede entender, ni siquiera representar adecuadamente independientemente de su fundamento en la experiencia.

Volviendo al ejemplo del gráfico de barras, se señaló que no existiría contradicción lógica si se representara al incremento en el valor de las variables hacia abajo, pero nuestra experiencia nos enseña que cuando algo aumenta en cantidad, generalmente sube. Por ejemplo, los líquidos vertidos en recipientes o los objetos sólidos apilados. Por mencionar otro ejemplo: ¿por qué el poder es siempre arriba? Puede pensarse que son determinadas por nuestra propia experiencia frente a quienes están investidos de autoridad: cuando somos niños nuestros padres y maestros generalmente están arriba (sea porque nos superan en altura o nos hablan de pie a nosotros que estamos sentados). La experiencia de que los poderosos están literalmente arriba la solemos tener a menudo también en nuestra vida adulta (por ejemplo, en el caso de los políticos que hablan desde un estrado).

Consideramos ahora un ejemplo mencionado por Wittgenstein en Investigaciones Filosóficas: Un lógico quizás piense: Lo igual es igual – es una cuestión psicológica la de cómo se convence un ser humano de la igualdad. (Altura es altura – pertenece a la psicología el hecho de que el ser humano a veces la vea y a veces la oiga).

Wittgenstein se refiere aquí a la tendencia de hablar de los sonidos en términos espaciales (los sonidos agudos son arriba y los sonidos graves son abajo”, “hay que tocar medio tono más arriba” o “hay que subir la afinación un tono y medio”) y plantea de manera bastante elíptica, la pregunta por las razones de esa asimilación: “¿cuál es la razón por la cual las notas agudas están por encima de las graves? O si lo queremos plantear en términos de Lakoff y Johnson: “¿cuál es el correlato empírico de esa metáfora?”

En el libro Cuadernos azul y Marrón menciona otros ejemplos: “¿Qué es lo que nos hace usar la expresión “buscar en la memoria” cuando intentamos recordar una palabra? Hagamos la pregunta: ¿cuál es la similitud entre buscar una palabra en la memoria y buscar a mi amigo en el parque? Podríamos sentir la tentación de decir: “Es indudable que tenemos que dar con una semejanza o no nos inclinaríamos a usar la misma palabra” (…) ¿Pero por qué no podría consistir total o parcialmente lo que llamamos “dar con una semejanza” en la que utilizamos la misma imagen? ¿Y por qué no podría consistir parcial o totalmente en que nos inclinamos a usar la misma expresión?”

Wittgenstein no solo nos ofrece aquí un ejemplo adicional de metáfora estructural, a saber, “intentar recordar es buscar” (“estoy buscando la palabra adecuada” o “busqué el calificativo que mejor lo describiera pero no lo encontré”). Plantea dudas acerca de la posibilidad de explicar por qué utilizamos esa metáfora y no otra. ¿Por qué no podría originarse esta metáfora simplemente en una inclinación lingüística?

En cierto pasaje Wittgenstein se pregunta por qué ciertas personas se inclinan a utilizar el término “sentimiento de irrealidad” para referirse a una experiencia muy común en aquellos que padecen de depresión y otros trastornos psíquicos y parece plantear dudas acerca de la posibilidad de explicar esa metáfora en término de semejanzas preexistente: “En alguna ocasión tuve esta sensación y muchos la tienen antes del inicio de una enfermedad mental. Todo parece de alguna manera irreal, pero no como si uno no viera las cosas clara o borrosamente: todo tiene el aspecto usual ¿y cómo sé que otra persona ha sentido lo mismo que yo he sentido? Porque usa las mismas palabras que yo encuentro apropiadas (…) ¿pero por qué elijo precisamente la palabra irrealidad para expresarlo?”

Introduzcamos el concepto de “significado secundario”, que Wittgenstein en Investigaciones Filosóficas, para referirnos a estas “metáforas” que no están basadas en semejanzas preexistentes: “El significado secundario no es un significado metafórico. Si digo “La vocal E es amarilla”, no me refiero “amarilla” con un sentido metafórico – pues lo que quiero decir no lo puedo expresar de otro modo mediante el concepto amarillo”.

Lo que caracteriza al uso secundario es que no puede ser parafraseado. Expresiones de este estilo no pueden ser dichas con términos distintos a los que están enunciados, a diferencia de metáforas como “mi cerebro no funciona hoy”. No hay una manera literal de expresar lo que quiero decir con “la vocal E para mí es amarilla” (o tengo un sentimiento de irrealidad” para mencionar el ejemplo anterior): “Pero la relación no es aquí como aquella que se da entre “cortar un trozo de cuerda” e “interrumpir el discurso”, puesto que aquí no se tiene por qué usar la expresión figurativa. Y cuando se dice “la vocal E es amarilla” la palabra amarillo no se usa figurativamente”.

El concepto de significado secundario podría ser utilizado para intentar disipar ciertas perplejidades filosóficas. Mencionaremos un ejemplo tomado de la filosofía de la música. ¿Por qué decimos que la Marcha Turca de Mozart es alegre? El término “alegre” no está siendo utilizado de manera literal: no queremos decir “alegre” en el mismo sentido en que decimos que una persona es alegre, ¿pero es necesario entonces que se trate de una metáfora, tal como supone buena parte de los filósofos de la música? ¿Estamos obligados a suponer que el uso del concepto “alegre” se basa y puede ser aplicado en términos de ciertas semejanzas entre la melodía y el aspecto o comportamiento de las personas alegres? ¿No podría tratarse más bien de un uso secundario, como cuando hablamos del color de las vocales o de sentimientos de irrealidad? Aunque no sea este el lugar para ocuparnos del tema, creemos que la noción de “uso secundario” podría tener consecuencias decisivas en varios ámbitos de la filosofía en los que interviene el lenguaje no literal. La posición de Wittgenstein abre la posibilidad de que algunos usos no literales carezcan de una base racional como la que esperan encontrar Lakoff y Johnson.


Conclusión

En el texto nos hemos ocupado de un problema filosófico relacionado con el estudio de las metáforas: el de la justificación del uso metafórico de los conceptos. Los autores analizados, se distancian, por cierto, de las concepciones clásicas que ven en la metáfora un elemento ornamental, decorativo. Para Lakoff y Johnson las metáforas son estructuras lógicas no arbitrarias. Existe para estos autores un tipo de metáfora original, que son las metáforas orientacionales y ontológicas, las cuales derivan de la experiencia y estructuran nuestra forma de pensar, al punto de influencias nuestra concepción del mundo. Las metáforas son, en contra de lo que establece de la concepción tradicional, generadores de significado. Dentro del esquema que nos proponen, los términos que elegimos al hacer referencia en una metáfora se entrelazan de tal forma que los significados de uno se superponen al otro generando nuevas significaciones. Aunque Wittgenstein está de acuerdo en atribuirles a las metáforas un rol tan importante como el que le atribuyen Lakoff y Johnson, es más cauto a la hora de suponer que todas las metáforas básicas de nuestro esquema conceptual pueden ser explicadas racionalmente. Creemos que aceptar la posición de Wittgenstein debería llevarnos a revisar la manera en que han sido diversos problemas de la filosofía.


 

Prof. Pablo Ruiz Lezcano

Profesor de Matemática



Bibliografía

Lakoff, George. “The contemporary theory metaphor” en A Ortony (Ed), Metaphor and thought, New York, Cambridge University Press, 1993, pp.202 – 251.

Lakoff, George y Johnson, Mark, Metáforas de la vida cotidiana, Madrid, Cátedra, 1986.

Wittgenstein, Ludwig, Cuaderno azul y marrón, Madrid, Tecnos, 1976.

Wittgenstein, Ludwig, Investigaciones Filosóficas, Barcelona, UNAM-Crítica, 1988.

Wittgenstein, Ludwig, Philosophical Ocassions, Londres, Hackett Publishing, 1993.



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