Este trabajo que compartimos fue presentado por la profesora María Ximena Maceri en el marco de las II Jornadas de Migraciones llevadas a cabo en 2017 en la Universidad Nacional de José C. Paz (UNPAZ). Exploran la relación entre centro y periferia y los modos en que las literaturas poscoloniales escriben y re-escriben los discursos hegemónicos.
LITERATURAS EN INGLÉS Y EL ENFOQUE POSCOLONIAL PARA ENTENDER EL TRÁNSITO DEL MIGRANTE: BORDES, CENTRO Y PERIFERIAS
Resumen
A partir de los cambios culturales y políticos impulsados en la segunda mitad del siglo XX, se evidencia una mayor complejidad en lo que respecta al tratamiento de la temática de las migraciones. En el mundo del arte, la literatura surge como un espacio para representaciones de tramas lingüísticas que vinculan realidad y ficción, muchas veces, sin mediar fronteras tangibles. En el caso de las literaturas escritas en inglés –específicamente las atravesadas por los movimientos independentistas de las ex colonias británicas surgidas a partir de la década de 1960–, la disputa territorial que enfrenta el migrante se entiende mejor si se realiza un análisis poscolonial del texto literario.
En un juego de palabras referido a la famosa película americana El imperio contra ataca, el escritor Salman Rushdie encontró la forma de sintetizar un concepto clave para los Estudios Poscoloniales aplicados a la literatura: el concepto de writing back o contraescritura (Ashcroft, Griffiths y Tiffin, 1989, 1994, 1998; Boehmer, 1995; Loomba, 1998). Esta ponencia propone un análisis crítico de textos literarios que ilustran los avances y contraavances de los flujos migratorios en un contexto donde el lenguaje no solo contiene la esencia misma de la cultura, sino que además se ha convertido en un instrumento de dominación.
María Ximena Maceri (UNPAZ/UCA)
maría.ximena.maceri@gmail.com
ACTAS II JORNADAS DE MIGRACIONES - ISSN 2591-3751
Literaturas en inglés y el enfoque poscolonial para entender el tránsito del migrante: bordes, centro y periferias
Los cambios culturales y políticos impulsados en la segunda mitad del siglo XX, con la taxativa división que dejó el orden mundial instaurado tras la Guerra Fria, fomentaron una línea de pensamiento que separa al mundo en términos de nosotros y los otros. Aunque sabemos que mucho de esto es historia antigua: desde los comienzos de la humanidad las grandes metrópolis construyeron fortalezas para protegerse de la invasión de quienes consideraban sus enemigos y las naciones lucharon para construir imperios que les garantizasen libre acceso a mercados y mano de obra barata. En relación con los movimientos migratorios, estos son aún más antiguos, ya que la humanidad se traslada para sobrevivir desde antes de que existiera la historia. Sin embargo, si bien es cierto que estas temáticas no son nuevas, sí lo es el hecho de que su estudio haya cobrado el auge que ostenta a partir de las últimas décadas; especialmente en lo que respecta a su enfoque multidisciplinar, objetivo planteado a partir de trabajos de académicos de todas las áreas de las ciencias sociales y las humanidades. En este sentido coincido con la importancia de atender a la multiplicidad de miradas descripta por Banon y Fornieles (2008:10) cuando se refieren a que “la diversidad de perspectivas favorece el estudio meditado de un objeto tan complejo como el de la inmigración”. Desde donde me sitúo como mujer, argentina, nacida en la década de 1980, profesora universitaria, formadora de docentes, estudiosa de la lengua inglesa, amante de la literatura y cuestionadora incansable de políticas y discursos culturales, creo que es sumamente relevante insistir en la necesidad de un análisis intercultural, inclusivo y diverso acerca del tema de las migraciones y su representatividad en el arte.
Por nuestra historia como argentinos, hijos de una nación demográficamente diversa a pesar de los propios mitos que hemos creado para esconder ciertas creencias xenófobas, hemos sido testigos de grandes cambios cuando se trata de entender el tema de las migraciones y su representatividad en los discursos. Desde el arte, la literatura surge como un espacio para representaciones de tramas lingüísticas que vinculan realidad y ficción, muchas veces, sin mediar fronteras tangibles. La literatura se construye como discurso artístico, aunque muchas veces cruza la frontera de la ficción para delinear otros discursos. Abundan los ejemplos en nuestra literatura nacional, especialmente en sus orígenes: El matadero de Esteban Echeverría, publicado veinte años después de su muerte en 1871; el Facundo de Domingo Faustino Sarmiento, que instala en la opinión pública las nuevas ideas de modernización y progreso con los términos “civilización” y “barbarie” como principales estandartes; el Martin Fierro de José Hernández, escrito entre 1872 y 1879 en sus dos partes y piedra fundacional en la construcción del gaucho como símbolo. Estos textos, no solo son importantes para las letras argentinas en tanto que presentan innovaciones de género y son novedosos por el abordaje de sus temas; también son obras literarias cuya lectura ha servido para instalar o derribar ideologías y formas de ver al otro en nosotros.
Lo que ocurrió con nuestra literatura no es diferente a lo que ocurre con otras literaturas del mundo. En el caso de las literaturas escritas en inglés, el panorama es aún más complejo, puesto que Gran Bretaña ha sido históricamente una nación colonialista que ha sabido utilizar la lengua como una de sus principales armas de colonización, junto con su poderío militar y sus políticas económicas. El régimen colonialista británico impulsó, entre otras estrategias, la difusión de la literatura como mecanismo de representación de ideas que luego filtraron al discurso de la opinión pública y contribuyeron a la fijación de estereotipos culturales que aun hoy tienen vigencia. A partir de lo expuesto, planteo una línea de interrogantes que propone una discusión en torno a como nos vemos a nosotros mismos y como vemos a ese otro que está caracterizado también desde la historia, las artes y los discursos que lo nombran y construyen. ¿Qué importancia tiene la transmisión de conocimientos culturales cuando se enseña una lengua extranjera como el inglés?, ¿qué sentido tiene cuestionar estos saberes culturales para entender la literatura como algo que va mucho más allá de la ficción? y ¿qué aportes se pueden hacer desde la literatura como espacio de lucha y como medio de expresión artística? Posiblemente, la respuesta a estas preguntas exceda las páginas de este trabajo, pero es mi propuesta para estas jornadas intentar al menos abrir el debate para pensar estrategias superadoras que nos permitan un análisis más profundo.
A fin de situar a la audiencia en contexto, me referiré en primera instancia, a los aspectos más relevantes de la historia con una breve reseña sobre el imperialismo británico y sus consecuencias. Luego, profundizaré en algunos términos centrales para entender la disputa de poderes entre el centro y la periferia, el canon y sus bordes, haciendo especial referencia a las nociones de alteridad que se manejan a partir del surgimiento de los estudios poscoloniales con las teorías de Edward Said (1978); Ashcroft, Griffiths y Tiffin (1989, 1994, 1998); Homi Bhabha; Boehmer (1995) y Loomba (1998). En un juego de palabras referido a la película americana El imperio contraataca, el escritor Salman Rushdie encontró la forma de sintetizar un concepto clave para el poscolonialismo: el concepto de writing back (contraescritura), que además dio título a uno de los textos fundantes de los estudios poscoloniales y aquí se aplicará en relación con dos novelas. Finalmente, presentaré ejemplos de autores cuyas obras se han destacado por reescribir el canon de la literatura inglesa, cuestionando el sistema de valores vigente y elaborando nuevas perspectivas de abordaje vinculadas a la mirada del migrante. El caso más ilustrativo será el de las novelas Jane Eyre, de Charlotte Bronte, y Ancho mar de los Sargazos, de Jean Rhys.
El imperialismo británico y las literaturas poscoloniales
Si bien hay quienes consideran que Gran Bretaña es una de las naciones más antiguas de Europa, un estudio profundo sobre su historia permite notar que, a pesar de haber estado constantemente atravesada por movimientos migratorios, estos no siempre han sido interpretados por su potencial para la diversidad, sino más bien como motivo de enfrentamientos y conflictos bélicos. Comunidades prehistóricas desplazadas por la llegada de grupos celtas; expediciones romanas amedrentadas por invasiones de anglos, sajones y otros grupos germánicos; reyes de sangre vikinga que a pesar de su corto reinado concentraron un poder significativo en regiones importantes; conquistadores que ostentaban dominio pero vivían años en el extranjero y tenían cortes donde se hablaban lenguas foráneas. La historia es larga y conserva rincones oscuros, aun así, conocerla permite entender aspectos de una cultura que al día de hoy retiene un alto poder simbólico. Incluso antes de ser la monarquía consolidada que sería en un futuro, a partir del siglo XVI, Gran Bretaña ya se había sumado a las aspiraciones colonialistas de otros paises europeos que veían en África, Asia y las Américas grandes oportunidades para su rédito económico. El auge del Imperio británico trascurrió durante el reinado de Victoria I, que heredó el trono en 1837 y mantuvo el poder hasta su muerte en 1901.
Durante este período, conocido en las artes como época victoriana, se alcanzó la mayor expansión colonialista jamás vista antes. El poderío británico medido en kilómetros de territorio llegó a ser caracterizado como “el imperio donde nunca se hacía de noche”, concentrando una población mundial superior a los 400 millones de personas.
Las consecuencias de tal expansión han dejado su marca en todos los aspectos de la vida de las personas, desde la esfera pública a la privada. En las literaturas escritas en inglés –también llamadas literatures in english, para destacar que la falta de mayúsculas implica una globalización de los world englishes que conforman el mapa lingüístico del siglo XXI–, la utilización de un método que integra los estudios culturales, las teorías de género y el enfoque poscolonial permite revisar el discurso colonialista y poner en tela de juicio sus valores y contravalores.
Para entender las relaciones entre imperialismo, lenguaje y diseminación en el área de ELT (English Language Teaching, sigla que significa enseñanza de la lengua inglesa), tomaré como eje el análisis que Phillipson elabora en su destacado trabajo Linguistic Imperialism (1992). Construye a partir de Galtung (1980), quien explica su teoría sobre el imperialismo destacando seis características fundamentales del mismo: el económico, el político, el militar, el comunicativo, el social y el cultural. Phillipson centra su análisis en este último para presentar la noción de imperialismo lingüístico, una subcategoría del imperialismo cultural. A los fines de lograr la dominación, el imperialismo utiliza las siguientes estrategias: explotación, penetración, fragmentación y marginalización. Esta teoría está fuertemente arraigada en las relaciones de poder y explotación que el denominado centro realiza sobre las periferias dominadas. Estas relaciones son llevadas a cabo por medio del lenguaje que distribuye en las periferias los intereses del centro. Las elites dominantes en las periferias (colonizadores, administradores o personas e instituciones que comparten los valores imperiales) reproducen las ideologías del centro, ya que han sido educados según esa norma, diseminando, por ende, no solo una forma de pensar, sino también un modo de utilizar el lenguaje. De esta manera, el lenguaje del centro penetra en las comunidades de la periferia, ya que por naturaleza esta es la herramienta primaria de comunicación.
Phillipson asegura que el imperialismo lingüístico permea todos los tipos de imperialismo, por dos razones. La primera tiene que ver con la forma (el lenguaje es el medio de transmisión de ideas); la segunda, con el contenido […] La comunicación presupone un entendimiento mutuo sobre las bases de un código compartido. Por ello, es de presuponer que sea el lenguaje del centro el que se use (1992: 53).
Por otro lado, destaca la importancia del imperialismo lingüístico en lo que refiere al imperialismo social, que transmite, a traves del lenguaje, conducta, normas y estructuras sociales.
Avanzando en su análisis, Phillipson argumenta que el inglés se ha convertido en un subtipo de lingüicismo. Un lingüicismo implica la representación de una lengua dominante a la que se le atribuyen características deseables con propósitos de inclusión, opuesto a las lenguas dominadas, con propósitos de exclusión […] El lingüicismo refiere exclusivamente a ideologías y estructuras donde la lengua es el medio para efectivizar o mantener una estructura no equitativa de poder y recursos.
El lingüicismo opera cuando, por ejemplo, en el ámbito de la escuela se institucionaliza una lengua por encima de las lenguas de comunidades migrantes y se estigmatizan determinadas formas de hablar pertenecientes a diferentes dialectos. El autor compara el lingüicismo con el racismo, el sexismo y el clasismo.
El otro en la literatura y el enfoque poscolonial
Frente al desafío planteado para estas jornadas al pensar las representaciones artísticas y su relación con los movimientos migratorios, resulta esencial entender el concepto de alteridad en la literatura. Y aquí me refiero al sentido del otro, no solo como personaje antagónico, como narrador polisémico, como realidad humana representada, sino al sentido más amplio de la palabra: el otro como ser diverso y distinto al yo. No quisiera entrar ahora en los debates que las teorías psicoanalíticas proponen muchas veces para entender las multiplicidades de la literatura posmoderna, puesto que no es esta la discusión por el momento. Lo que sí creo que es importante destacar es el hecho de que la literatura debe ser entendida como arte, sin olvidar su carácter comunicativo, por lo tanto, como comunicación es relevante comprender que esta propone un constante movimiento que interpela a sus actores y los convierte no solo en autores sino también en testigos materiales de realidades sociales que son claramente tangibles fuera del espacio de ficción.
La literatura es comunicación, además de muchas otras cosas –lenguaje, significación, expresión, sentimiento, ocio, actividad económica, etc. – y la comunicación es una forma de migración. Si nos comunicamos es por la migración de las palabras, de las oraciones, de los textos, del significado. La comunicación es una unión en el desplazamiento y en su resultado; la expresión lingüística es ofrecida a quien, distinto de quien la ofrece, la recibe e interpreta en función del desplazamiento de aquella. La migración de la palabra, de la expresión, de la obra literaria, es un movimiento hasta llegar al otro y establecer contacto con este, llegando en muchos casos a hacerse parte del otro. Las lenguas y las literaturas, en la migración humana, cruzan las fronteras y, más allá de estas y por encima de estas, encuentran al ser humano, su condición esencial, que existe sin fronteras y sin separaciones lingüísticas o de otro tipo (Albaladejo citado en Banon y Fornieles, 2008: 297).
Gran parte del trabajo de Homi Bhabha, como para citar el ejemplo de uno de los mayores referentes de los estudios poscoloniales, recorre conceptos que resultan centrales para entender los conflictos entre centro y periferia, otro y yo. Sus nociones de hibridación y ambivalencia nos hablan del mundo transnacional que hoy habitamos y que necesita, como nunca antes en la historia de la humanidad, replantearse los significados establecidos respecto de que es ser hombre o mujer, blanco o negro, rico o pobre. Está claro a esta altura que los estudios poscoloniales cuestionan dichas construcciones binarias y deconstruyen significados fuertemente arraigados en nuestra cultura, lo que se manifiesta en las literaturas de autores no británicos o de descendencia de antiguas colonias británicas, atravesadas por los movimientos independentistas surgidos a partir de la década de 1960. Frente a este panorama, la disputa territorial que enfrenta el migrante se transforma no solo en un tema más, sino también en un modo de representar la cultura a traves del texto literario que circula más allá de las fronteras preestablecidas.
Reescribir el canon: autores que cruzaron la frontera
Para quienes trabajamos con literatura posmoderna en inglés, resultan frecuentes las comparaciones en las que se vinculan textos clásicos con escenarios característicos de una determinada época de la literatura inglesa, con textos que retoman esas narrativas y las reescriben de acuerdo a nuevos patrones artísticos y a la luz de nuevas coyunturas. Uno de los casos más resonantes es el texto del nigeriano Chinua Achebe, Todo se derrumba (1958), que cuestiona los estereotipos asociados a las civilizaciones africanas frente a la imagen de los colonos británicos que propone Joseph Conrad en su clásica novela El corazón de las tinieblas (1899). Si bien este es un caso sumamente interesante, puesto que el mismo Conrad escribe en una lengua que no es suya por nacimiento y logra, a traves de diferentes recursos y técnicas, cuestionar el sentido mismo del imperialismo británico; no podemos soslayar la innovación discursiva que plantea Achebe al presentar una narrativa escrita enteramente en inglés, pero con una forma y tratamiento temático de características sumamente singulares. En su novela, el lector se ve inmerso en una cultura precolonial, con sus propias reglas y sistemas de valores, y Achebe transmite, a partir de una sociedad basada fuertemente en la oralidad, las vivencias de un clan que se ve obligado a afrontar las consecuencias de las migraciones europeas en la puja por el dominio de África. Esas imágenes de hombres negros, extraños, intimidantes, brutos y carentes de toda humanidad que presenta uno de los narradores de Conrad se ve contrastada por la imagen de una civilizacion anterior, cargada de símbolos y creencias propias.
Otro contraste que me interesa es el que puede establecerse entre las novelas Jane Eyre, escrita por la novelista victoriana Charlotte Bronte en 1847, y Ancho mar de los Sargazos, de la autora dominiquesa Jean Rhys, publicada en 1966. El argumento de ambas novelas se entrecruza en un solo personaje, y con eso basta para inaugurar uno de los capítulos más interesantes de la crítica feminista especializada. La historia de Jane Eyre puede ser leída como un bildungsroman en el que una joven huérfana que encuentra su vocación como maestra se convierte en institutriz en el hogar de una adinerada familia inglesa. Cuando el dueño de la finca, el Sr. Rochester, un personaje inicialmente distante y misterioso, finalmente le propone matrimonio a la muchacha, la trama da un vuelco crucial: Rochester ya está casado y su esposa aún vive. Lo que es aún más intrigante: ella vive en el ático de la casa, presa de un encierro al que se la ha condenado hasta el final de sus días. El personaje de Bertha Mason se destaca en el contexto gótico victoriano que Bronte propone, no solo por el dramatismo de su rol en la relación entre Jane y Rochester. Bertha además es caribeña. Y está loca. La novela no profundiza más en otros aspectos de la esposa, salvo por estos dos detalles que resultan esenciales para entender el argumento del posterior texto de Jean Rhys: Bertha es una migrante, originaria de los dominios coloniales que los ingleses denominaban West Indies; y está loca. Insisto en destacar este aspecto fundamental del personaje, ya que esta condición –que se reinterpreta en el título del famoso volumen de crítica literaria feminista The Madwoman in the Attic, de Gilbert y Gubar (1979) – es el punto de entrada para la novelista dominicana. Con un estilo vanguardista, considerado por muchos como demasiado moderno para su época, Rhys reescribe la historia de esa mujer que tradicionalmente habia sido demonizada y la resignifica contando la historia de su vida. En Ancho mar de los Sargazos el lector descubre los traumas de una mujer que fue menospreciada por su madre y discriminada por su entorno debido a su condición de niña blanca con privilegios en el dinámico contexto social de las Antillas y el Caribe en el siglo XVI. La novela retoma, en tono de secuela, las preocupaciones de raza, clase y estatus de la mujer, ya planteadas en Jane Eyre. Y las trasciende. Sin dudas, ambas novelas proponen un juego exquisito de intertextualidades, vínculos y encuentros de estilos y épocas. En el entrecruzamiento de voces y perspectivas, Ancho mar de los Sargazos permite visualizar de manera clara el diálogo que se establece sobre la cuestión posmoderna en el devenir poscolonial.
El tema del espacio físico y la migración como motor de cambio se ve ilustrado en la novela de Rhys cuando, luego de una primera parte que describe en detalle la infancia de la joven en su Dominica natal, esta se ve forzada a dejar las exuberantes tierras del Caribe para mudarse a la fría Inglaterra. (Quien desee detenerse en este punto para hacer un análisis biográfico de la vida de la autora encontrará seguramente paralelismos innegables). La segunda parte de la novela, contada desde la perspectiva del esposo, el Sr. Rochester, es significativa para centrarnos en el tema de la hostilidad hacia la mujer, por ser ella interpretada como un otro distinto, ajeno y peligroso. Rochester revela claramente sus pensamientos e intereses cuando afirma que el paisaje de la isla es “demasiado azul, demasiado púrpura, demasiado verde” (Rhys, 1990: 72). Este escenario presenta un notado contraste con su tierra natal, Inglaterra, que se distingue por sus escenarios gélidos y grises. La enajenación es tal, que incluso el mismo reconoce los sentimientos encontrados de ira que le generan ver a su esposa: “Su expresión de súplica me irrita. No la he comprado, sino que es ella quien me ha comprado a mí” (Rhys, 1990: 72). Aunque si bien es evidente la tensión generada entre los personajes a esta altura de la narrativa, también es cierto que ambos cargan con un gran peso derivado de la cuestión de clase y los sentimientos de culpa con los que tienen que lidiar por las relaciones conflictivas que el aún tiene con su padre y ella ha tenido con su madre.
Para concluir, las potencialidades de un análisis crítico enfocado en la propuesta de los estudios literarios son enormes si hemos de pensarlas en torno al tema de la migración. Este tipo de trabajo puede ayudarnos a elaborar un modo de representatividad que nos permita aplicar una perspectiva multicultural, para iluminar los vacíos que muchas veces impiden entender al otro desde su propia mirada. Retomando las preocupaciones de Phillipson y mis preguntas iniciales acerca del ejercicio que debemos hacer como transmisores de cultura, coincido con la siguiente afirmación de Edward Said (2013): “Todo el mundo vive su vida en un idioma determinado”.
Por consiguiente, las experiencias de todo el mundo tienen lugar, son absorbidas y recordadas en ese idioma”. Negarnos la posibilidad de entender la literatura como comunicación de nosotros para nosotros y de nosotros para los otros es insistir en una dialéctica terca que solo conlleva necedad. Desde el contexto que vivimos hoy en día y con un espíritu de búsqueda constante insisto en sumar mi palabra de aliento para quienes buscan en la diferencia el verdadero valor de lo humano.
Prof. María Ximena Maceri
Profesora en Lengua Inglesa
Bibliografía
Ashcroft, B., Griffiths, G. y Tiffin, H. (1989). The Empire Writes Back: Theory and Practice in Post-Colonial
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----- (1994). The Post-Colonial Studies Reader. Londres: Routledge.
----- (1998). Post-Colonial Studies: The Key Concepts. Londres: Routledge.
Banon, A. M. y Fornieles, J. (eds.) (2008). Manual sobre comunicacion e inmigracion. Donostia/San Sebastian:
Tercera Prensa.
Boehmer, E. (1995). Colonial and Postcolonial Literature: Migrant Metaphors. Oxford: Oxford University Press.
Loomba, A. (1998). Colonialism/Postcolonialism. Londres: Routledge.
Phillipson, R. (1992). Linguistic Imperialism. Oxford: Oxford University Press.
Rhys, J. y Bosch, A. (1990). Ancho mar de los Sargazos. Barcelona: Anagrama.
Said, E. W. (2013). Fuera de lugar. Barcelona: Debolsillo.
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