Los últimos años, dentro del sistema educativo, ya veníamos experimentando transformaciones profundas con el uso de las tecnologías. Sin embargo, al comienzo de las clases del 2020 nadie podía sospechar que, repentinamente, dicha tecnología se iba a apropiar de nuestras vidas. Está claro que las sociedades y sus culturas se transforman en el tiempo y que, desde la revolución industrial, este cambio fue tan veloz como sorprendente. Nadie está en contra del avance de las tecnologías de vanguardia pero obliga a replantearnos, urgentemente, cuál será el alcance del efecto humano que provocará el uso descontrolado de las mismas. Gradualmente vamos evidenciando un cambio cultural profundo en las formas de vínculo y en las maneras de comunicarnos. Tanto en el hogar como en las escuelas debemos establecer límites y definir usos, en ambos casos su aplicación engendra efectos ya no colaterales, sino directamente involucrados con nuestra realidad y la condición humana.
Quizás uno adopte una postura fuera de tiempo, pero el simple hecho de compartir un almuerzo o una cena en el ámbito familiar, era ocasión para revisar detalles de la convivencia y el hacer de cada uno. Un poco por los desajustes del tiempo individual con los horarios habituales que rigen en cada casa, y otro por el nivel de intervención que le damos en nuestras vidas, por ejemplo, a las comunicaciones instantáneas, paradójicamente han reducido las comunicaciones intra familiares. Se conversa menos in situ, se relacionan menos, se escuchan menos. No parece ser este el mejor camino para conducir y mejorar las relaciones de convivencia. Por el otro lado, tenemos el uso de variedad de opciones para el contacto virtual a nivel educativo y, esto, claramente forzado por las circunstancias.
Lo que hay de bueno, también lo hay de malo. Es bueno simplificar la tarea escolar con las propiedades que comportan el uso de internet, las redes y, en el mejor de los casos, una biblioteca virtual; pero no es bueno para construir el modelo de sujeto futuro que estamos construyendo entre todos.
Las conductas se hacen más individualistas, egocéntricas, solitarias, herméticas y escasamente empáticas. No puede haber empatía allí donde una persona carece del contacto directo de la presencia física y espiritual del otro, ausencia de energía que comporta todo contacto, ausencia de la voz y todas las posibilidades de la expresión humana en vivo, todo el andamiaje de lo que contiene una auténtica comunicación verbal, gestual, corporal y espiritual.
Pero observemos, en lo posible, también aquello que puede ser positivo. La Pandemia desmanteló el aparato de recursos que teníamos en uso en nuestras vidas cotidianas, esa construcción humana del parecer en vez de ser. Se destaparon muchas realidades de lo que parecía y no era. El rey perdió su disfraz. Si esto es así es un momento histórico excepcional para transformar ya no al hombre, sino a la raza humana entera. Probemos ver entonces, si es posible, dirimir a favor de una tecnología humanizante. Por qué no pensar que, de esta manera en que ciento de miles de personas recurren simultánemante al uso de plataformas diversas, como puede ser un zoom, un skype, un meet para comunicarnos, la misma se construya con la idea profunda de ser solidarios, de contribuir a la sociedad desde otro lugar, generar difusión de cultura, conocimiento y arte, con modalidades diferentes y que estas transformaciones no se priven de compartir in situ, en espacios compartidos (hogar, escuela, club, etc.), de una conducta social que nos dé la opción de avanzar como sociedad de manera individual y colectiva. La pérdida de los abrazos no puede generar ningún nuevo contacto que pueda reemplazarlos en igualdad de condiciones. Disfrutar un evento deportivo, musical o artístico por redes jamás producirán las emociones del acto presencial, irreemplazable, por lo que infiere de emotivo, de humanidad y de espíritu vivo. Puede haber diferentes interpretaciones sobre el tema en cuestión, pero lo que no se puede ni se debe es abandonar una nueva revisión sobre qué sujeto humano aspiramos para nuestro futuro inmediato, qué sujeto aspiramos para nuestras personas amadas y qué acciones debemos trazar, como pueblo organizado, para lograrlo.
Prof. Carlos Cabrera
Profesor de Lengua, Literatura e Historia.
Escritor.
Blog personal: https://historiayliteraturaargentina2.blogspot.com/
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