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Foto del escritorFiore Maceri

Internet: 5 cosas que seguro no sabías de esta tecnología.

Actualizado: 23 may 2022

LA ERA DE LOS DATOS:

una columna sobre tecnología, comunicación y humanidad.


REFLEXIÓN #3


¿Qué sabemos realmente de Internet?



¡Buenos días, lectores! 😃


Este pasado martes, 17 de mayo, estuvimos festejando en nuestras redes el Día mundial de Internet, y como ya te contamos, esta celebración tuvo sus inicios en 2005, donde la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información junto con la ONU, designaron esta fecha para reflexionar sobre la incidencia de esta poderosísima tecnología en la vida del hombre moderno.

Pero, ¿qué sabés realmente de Internet? Pará, alto ahí. Ya sé lo que estás pensando: "Internet es lo que uso para buscar recetas de locro vegano en YouTube", o "Internet me sirve para mandar memes por WhatsApp", o (y esta es mi favorita) "Internet viaja por el aire". Bueno, si, está mal, pero no tan mal, diría el filósofo contemporáneo Guido Kaczka.

Entonces, aclaremos un poco el panorama para entender qué es eso que cada vez que se corta, nos pone a cantar como Maná.


Empecemos por el principio:


1. Qué es Internet.

Internet es una tecnología de comunicación que propicia el intercambio de información de manera masiva y a escala global. Hasta acá, nada nuevo. Desde fines de los años 60 (si, así de "viejo" es Internet, pero de eso hablaremos mejor en un rato) las personas se conectan a la red de redes para intercambiar información: enviar un correo o un mensaje, buscar en Google, entrar a un sitio web, participar de un foro, subir a Instagram la foto del almuerzo en Costanera o disentir con algún político en Tweeter; todo ello (y muchísimo más) representa un intercambio de datos, porque a pesar de que en algunas oportunidades solo “entremos a mirar”, esa sola acción encarna un requerimiento a un servidor y, en consecuencia, una respuesta del mismo. Para hablar en criollo: cada vez que hacemos click o tap (en un enlace, en un botón, o en cualquier elemento de un sitio, aplicación o dispositivo vinculados a Internet), le estamos diciendo al sistema: “¡Ey! Quiero leer este artículo tan interesante sobre tecnología que me encontré en el Blog de G.S.; quiero aceptar estos términos y condiciones (que ni de carambola leíste); quiero mirar esta peli; quiero gustar de esta foto de mi crush”, entonces el servidor –espacio físico donde se alojan los datos y la información- responderá: “Ok, acá está tu artículo; acá tenés los términos y condiciones aceptados (¡muejeje!); acá está tu peli y ojalá la disfrutes; y acá está tu crush sonriendo por el like. ¿Qué más puedo hacer por usted, My Lord?”.

Visto gráficamente, y sin ningún tipo de respaldo científico, la cosa sería algo así:

Y esa respuesta del servidor la recibimos al instante (más-le-vale-a-la-conexión-que-así-sea), sin importar el rincón del planeta con el que nos estemos comunicados. Mágico, ¿verdad? Bueno, porque en realidad no es magia, sino que se trata de una compleja tecnología compuesta por dispositivos (teléfonos móviles, computadoras, tabletas, y ampliando un poco más el ecosistema, televisores, aspiradoras, autos y cualquier objeto capaz de conectarse a Internet), conexiones físicas (cables subterráneos, cables submarinos, cables aéreos, satélites y enrutadores), servidores y, por supuesto, seres humanos, como para simplificarlo groseramente. Así que, a esta altura, más que magia parece una ensalada, por eso es importante que te quedes con esta idea que, aunque recortada en exceso, esquematiza de manera sencilla esta historia: Internet es un inmenso sistema de calles por donde viajan autos (datos) de un punto A (dispositivo “X”) a un punto B (dispositivo “Y”), velozmente, constantemente, masivamente y globalmente.

Leído así, seguramente te estés preguntando a quién se le ocurrió semejante cosa porque, no vamos a negarlo, este invento fue una verdadera revolución, un verdadero cambio de paradigma comunicacional. Así que, acomodate en la silla que vamos a charlar un poco de historia.


2. Cómo, cuándo, dónde y para qué se creó Internet.

La sinopsis de esta película titulada “Crónicas de un nacimiento anunciado”, diría algo así: Internet fue creada por el Departamento de Defensa de los EEUU (DoD) en 1969, en contexto de Guerra Fría con la Unión Soviética, para tener vías alternativas de comunicación en caso de un ataque nuclear.

Listo, ahora que dije “guerra” y “EEUU, y que tengo tu atención, te cuento la peli entera.

Terminada la Segunda Guerra Mundial, donde las grandes potencias se enfrentaron en un conflicto político-militar, sucedió que los EEUU y la Unión Soviética quedaron muy enojados entre sí. Tanto, pero tanto que, a pesar de haber cesado el fuego en 1945, la batalla por cortar el bacalao sigue hasta hoy en día, directa o indirectamente.

La cuestión es que, el 4 de octubre de 1957, “la Unión Soviética lanzó el primer satélite no tripulado, Sputnik 1. Así surgió el temor de un Missile Gap. Entonces, como la carrera entre ambos por ubicarse en la punta del iceberg de la industria tecnológica los llevó literalmente hasta la Luna, “los EEUU fundaron la Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa (DARPA), en febrero de 1958”[1], con el fin de desarrollar y difundir investigaciones entre los distintos departamentos y sectores académicos participantes. Todo ultra top secret, por supuesto.

Así fue que, en este contexto de necesidad comunicacional fluida, garantizada y secreta entre los puntos intervinientes, nace una primitiva red (ARPANET) como solución a la transmisión de la información entre los diferentes organismos del país.

He aquí una foto de cuando Internet era bebé:

Los puntos simbolizan los nodos (computadoras) que en ese momento podían conectarse a la red, y las líneas, los distintos “caminos” que podía tomar la información para llegar a destino.

Pero sería injusto quedarnos con la mirada marketinera de la sinopsis de esta película que deja a los EEUU como los grandes creadores de esta tecnología disruptiva, porque también es cierto que, paralelo a los desarrollos de ARPANET, y basándose en este modelo de comunicación digital a larga distancia, Inglaterra creó su propia red comercial (NPL) y Francia hizo lo suyo en el ámbito científico (con Clyclades). Así que, derribando mitos y sinopsis pochocleras, Internet no solo no nace exclusivamente en EEUU, sino que, además, no fue todo idea de los militares.

¿Recapitulamos hasta acá?: Internet es una tecnología de comunicación que nació a fines de los años 60’ como solución a la necesidad de conectar varios puntos informáticos (computadoras estatales, militares y académicas) considerablemente alejados entre sí, y que propicia el intercambio de información de manera masiva y a escala global.

Pero la pregunta ahora es: ¿cómo pasamos de conectar cuatro rudimentarias computadoras a conectar miles de millones de dispositivos, todos ellos tan distintos a una misma red y en un poquito más de medio siglo? La respuesta tiene 5 letras: TCP/IP.


3. Cómo funciona Internet. Internet es, principalmente, una tecnología que depende de la corriente eléctrica. Ya sé lo que me vas a decir: “cuando se corta la luz no tengo wifi en el celu, pero tengo datos y puedo seguir navegando, entonces explícame mejor lo de la corriente eléctrica porque no me cuadra”. Bueno, la cosa es así: Internet está construido con cables (antiguamente se usaban los tendidos dedicados para las comunicaciones telefónicas, y hoy en día el cableado de fibra óptica es exclusivo para la red). Esos cables conectan bajo el agua distintos puntos estratégicos de las distintas ciudades del mundo (por ejemplo, Miami con San Pablo, y San Pablo con Las Toninas), y a partir de ahí la red se extiende dentro de cada territorio con cableado subterráneo y aéreo (si, como ese que te instalan los muchachos cuando, valga la redundancia, vienen a instalarte Internet).

He aquí una foto de Internet en su madurez (aunque solo en su faceta submarina y trasatlántica):

Nuevamente, los puntos representan los nodos principales y las líneas, las rutas por las que viaja la información. Y no está de más recordar que, a toda esta maraña unifilar, deberíamos agregarle esos miles de millones de dispositivos conectados y esos miles de millones de kilómetros de cableado terrestre. Monstruoso, ¿verdad?

Pero quedémonos con esta imagen y reflexionemos por un momento: uno es capaz de conectarse a Internet con una tableta estando en Corea, y también es capaz de conectar un TV para maratonear en Netflix estando en Ituzaingó. Distintos idiomas, distintos territorios, distintos dispositivos, distintos sistemas operativos, pero la misma vía de comunicación, la misma “ruta”, los mismos cables. Sin embargo, esto no fue siempre así porque, en aquella ARPANET primitiva, no existía compatibilidad absoluta entre los equipos, y por más de que estuviesen conectados a una misma red, no se entendían entre sí (algo así como EEUU y Rusia) porque no había un lenguaje común a todas ellos. Para ponerte en situación: imagínate paseando por el centro de Hong Kong y deseando encontrar un lugar donde comprar un paraguas (el cielo se puso feo y no querés mojarte). Imaginate también parando a una persona en la calle para preguntarle en el español más neutral que se te ocurre si puede recomendarte algún comercio en especial. Misión imposible, ¿no? Porque vos estás en busca de una información que, por incompatibilidad de idiomas, nunca va a ser interpretada por tu interlocutor chino. Pero como realmente no querés que la lluvia te agarre desprevenido, recordás a Rihanna y lo intentás de nuevo: “Please, yo need comprar un umbrella”. Y el chino que, además de ser cosmopolita, también escuchó hasta el cansancio el hitazo de esta morena, te responde: “Yes, umbrella!”. Eureka. Ahora se entienden, y aunque el resto de la charla probablemente siga entre señas, es factible que consigas tu paraguas. Así, la comunicación (y la adquisición de esa información que se solicita) es posible gracias a haber hablado en un mismo idioma.

Esto mismo sucedió a principio de los años 70’ con las poquitas computadoras que se conectaban a Internet: ellas no se entendían, por lo tanto, no se podían comunicar de manera eficiente. Y esta pequeña gran dificultad pudo ser sorteada gracias al protocolo TCP/IP (Transmission Control Protocol/Internet Protocol o Protocolo de control de transmisión/Protocolo de Internet, para los amigos): un sistema de reglas que estandarizan la forma en las que se comunicarán las computadoras en Internet, o lo que es igual, un lenguaje universal para que los dispositivos “charlen” dentro de la red de redes.

Veamos cómo va quedando nuestra ecuación: Internet es una tecnología de comunicación que nació a fines de los años 60’ como solución a la necesidad de conectar varios puntos informáticos (computadoras estatales, militares y académicas) considerablemente alejados entre sí, y que propicia el intercambio de información de manera masiva y a escala global gracias a la infraestructura eléctrica que la sustenta y al protocolo TCP/IP que proporciona compatibilidad de lenguaje entre dispositivos. Y al ritmo que venimos, a esta altura estamos en condiciones de afirmar que ya casi sos un experto en la materia (o por lo menos, que no seguís pensando que Internet viaja por el aire). Pero dijimos que para los años 80’, Internet era principalmente una tecnología para unos pocos (recordemos: estado, academia y empresas), entonces ¿qué posibilitó que, por ejemplo, hoy estés leyendo desde tu casa o en la calle este artículo que existe en Internet? ¿Cómo llegó Internet a los hogares de la gente común y silvestre?

Señoras y señores, con ustedes, la web.


4. Por qué se expandió tan rápido Internet.

Para fines de los años 80’ Internet había crecido considerablemente en los ámbitos estatales, militares y académicos, porque había logrado solucionar de manera muy eficiente la necesidad de compartir información digital a larguísimas distancias. Pero aun, su uso no era doméstico, ni mucho menos popular (si, milennials y centennials, Internet en casa no existió desde siempre, lamento decepcionarlos).

Para ese entonces la forma en la que se “enviaban” (por poner un término conocido, porque en realidad no era enviar, sino compartir un código, una ruta) los archivos de interés, era a través del FTP (File Transfer Protocol, o Protocolo de transferencia de archivos, los de más de 40 años sabrán a qué me refiero). De esta forma, los archivos se alojaban en servidores FTP, y quienes los requirieran, debían conocer el código (la ruta) para acceder a ellos. Así, el investigador “A” en Francia le decía al investigador “B” en EEUU (desde 1971 ya existía el correo electrónico): “Colega, tengo un paper que me gustaría que leyeras”, a lo que el investigador “B”, respondía: “¡Qué emoción! Pasame la ruta de tu archivo que los busco en el servidor y lo leo”. Y el investigador "A" le pasaba esa ruta pero, como ya te conté, para esta etapa de la evolución de la tecnología se utilizaban distintos softwares (programas) para la creación de dichos archivos, con lo que era condición sine qua non que el solicitante tuviese el mismo programa con el que fue creado el documento para poder abrirlo y visualizarlo correctamente, lo que no sucedía en la mayoría de los casos. Para ponerlo en palabras sencillas: era como si el paper del investigador “A” hubiese sido creado en Word pero el investigador “B” solo hubiese tenido instalado en su computadora el block de notas.

En una nueva síntesis gráfica, recordemos, sin ningún tipo de sustento científico, la cosa era más o menos así:

De esta forma, no había manera de que los documentos disponibles en los servidores FTP fueran leídos libremente por los autorizados. Era necesario crear algo que -como el protocolo TCP/IP que permitió a todos los dispositivos hablar el mismo idioma en la red- hiciera a todos esos documentos compatibles entre sí.

Llegamos a 1991, y acá se produce el quiebre entre el “Internet para unos pocos” y el “Internet verdaderamente global”. En este año, un muchacho llamado Tim Berners Lee (científico informático inglés) trabajó en un sistema que permitió acceder a archivos usando Internet. Pero lo verdaderamente revolucionario, fue que introdujo un concepto que hoy tenemos extremadamente naturalizado (aunque en la mayoría de los casos, ni sepamos qué significa): el hipervínculo. ¿Qué es un hipervínculo? Es un enlace –como este- que permite, haciendo click en él, acceder a una parte específica del archivo que se está viendo o a otro distinto, siempre y cuando, ambos estén escritos en el mismo lenguaje: HTML. Y Tim, la verdad, la pegó desarrollando este lenguaje ya que inmediatamente todos los documentos, todas las investigaciones, pasaron a ser compatibles. Los investigadores “A” y “B”, por fin pudieron compartir información de manera eficiente. Pero, faltaba algo más, porque dijimos que además de necesitar hablar un mismo idioma, la información debía poder ser leída desde un mismo software, un mismo programa. Y así nacen los navegadores. Si, esos que usás cuando “entrás a Internet”, y que hoy en día tienen varios nombres (y varios dueños): Google Chrome, Safari, Ópera, Edge, Mozilla, Brave, por nombrar a los más conocidos. Todos ellos, hoy en día tan distintos, tuvieron un padre en común: Mosaic, el primer navegador de interfaz gráfica (con “dibujitos” y colores, para entendernos) que permitió que esa madeja de información pudiera ser leída por cualquiera, y lo que es aún más disruptivo, que pudiera ser enlazada entre sí.

Así se veía Mosaic (que en paz descanse):

¿Se logra comprender lo revolucionario del asunto? Porque en la actualidad, damos por naturalizado el hecho de “ir de un lugar al otro” cuando estamos conectados (ya sea en la web, o en sus derivados, las apps web -como la de Instagram, que usas desde el celu para para sacarte fotos con filtros de perritos-). Pero esto no fue siempre así, con lo que esa facilidad de navegación, esa facilidad de compartir contenido, se debe principalmente a la World Wide Web (si, de ahí viene ese “WWW” de todas las páginas webs que conocés).

Visto así, es innegable pensar que esta tecnología propició el ambiente perfecto (el tan nombrado Ciberespacio) para que, de manera exponencial, la humanidad entera pasara a tener algo que hacer dentro de Internet.

Dato de color: Tim Berners Lee nunca se apropió de su invento, sino que dejó abierta “la receta” con la que creó la Web para que muchos otros curiosos pudieran aprender, replicar, mejorar y compartir sus sitios. Así que, en esencia, Tim le regaló a la humanidad la posibilidad de conectarse y compartir información de manera masiva y a escala global, dándole sentido a Internet, cambiando para siempre el paradigma de la comunicación e introduciéndonos en una nueva era.

Este hombre se merece un aplauso de pie.


5. Por qué necesitamos tanto de Internet.

Ya vimos hasta acá que: Internet es una tecnología de comunicación que nació a fines de los años 60’ como solución a la necesidad de conectar varios puntos informáticos (computadoras estatales, militares y académicas) considerablemente alejados entre sí, y que propicia el intercambio de información de manera masiva y a escala global gracias a la infraestructura eléctrica que la sustenta, al protocolo TCP/IP que proporciona compatibilidad de lenguaje entre dispositivos, y a la Web que, a partir de los 90’, fue el primer vehículo para su expansión exponencial.

Pero, ¿por qué necesitamos tanto de Internet? ¿Qué hay “ahí” que no encontramos en otros lados? ¿Qué es lo que tanto nos atrae de esta tecnología que, a la fecha, es tan imprescindible como tener gas, agua y electricidad en casa? ¿Por qué Internet pasó a impregnar cada hecho de nuestras vidas? ¿Qué consecuencias tiene esto para la humanidad? ¿Es acaso posible un futuro sin Internet?

Muchas preguntas, y pocas certezas, mis queridos lectores. Pero, como no me gusta desalentarlos, les tiro una pista que nos puede llegar a permitir reflexionar y sacar nuestras propias concusiones al respecto: Capitalismo de plataformas, año 2000 en adelante. Y sobre este tema no les dejo un hipervínculo así tenemos una excusa para seguir leyéndonos en el próximo artículo que, les prometo, les va a dar respuestas al “por qué necesitamos tanto de Internet”.


Gracias por haber llegado hasta acá, y espero que volvamos a leernos pronto 🙂

¡Qué tengas un gran día!


Fiore Maceri

Consultora en marketing y tecnología.


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